Uno de los desafíos más grandes a los que me he enfrentado en mi vida ha sido estar en paz con mis padres.
No son pocos los conflictos que hemos tenido, ya que nuestras visiones de la vida eran diametralmente opuestas.
Durante mucho tiempo pensé que estaban «dormidos» porque no tenían mi forma de pensar.
El que estaba dormido era yo.
Era tan arrogante que quería imponerles cosas que a ellos les sonaban a chino, ya que viven de forma coherente a sus valores.
Ahora entiendo que nadie cambia desde fuera, sino desde dentro.
En todo caso, tú puedes facilitar el cambio en alguien siempre y cuando esa persona esté dispuesta a cambiar, te pida consejo o la situación lo depare.
El artículo que vas a leer a continuación tiene que ver con la voz interior, con la intuición, pero sobretodo con los sueños.
María Dolores Milán (o Lola), es una lectora del blog que tiene la edad de mi madre y que, desde que era joven sintió que no quería vivir una vida apegada al sistema. Así que encontró la manera de crecer como persona viajando por el mundo.
El resultado: ha conseguido vivir una vida coherente fuera del camino establecido.
Estuvo durante décadas por el mundo trabajando por el camino, y además se llevó a su familia a recorrerlo.
Aunque lo que más me gusta de ella no es eso, sino su forma de comunicar. Transmite no solo sabiduría, sino una vitalidad y una ilusión por vivir que ya les gustaría a los jóvenes de 20-30 años.
Ella es escritora, por lo que prepárate para leer su inspiradora y longeva historia viajera y de autodescubrimiento 🙂
Soy Lola.
Tengo cincuenta y cuatro años y nací en Bilbao.
Para algunos la edad puede asustar un poco, y tengo que reconocer que a veces incluso a mí me crea algunos temores.
Te puedo asegurar que el tener más años no implica que todo se vea más claro, ni haber conseguido que los miedos se hayan quedado atrás.
Sin embargo, con el tiempo y la experiencia de tratarlos he sido capaz de aceptar e integrar muchos de ellos.
Edu me ha dado la oportunidad de contar cómo he llegado hasta aquí.
La intención con este post es que mi experiencia sirva para comprobar de primera mano que si te apartas de la corriente del pensamiento dominante, y te inventas una forma de vida genuina, puedes crecer como ser humano.
Además, sentirás al mirar hacia atrás que todo lo vivido mereció la pena, que otra vida convencional no te habría hecho más feliz.
Durante años la única certeza que he tenido es lo que no quería hacer con mi vida.
Mi gran afición es la escritura.
Para escribir saco horas de cualquier lugar y por supuesto he tenido épocas de dormir bastante menos de lo que debería.
Siempre he querido vivir escribiendo, viajando y cocinando.
¡Te anuncio que lo he conseguido!
Durante unos años he estado viviendo así.
Fue una experiencia tremendamente gratificante y enriquecedora, sintiendo que el día tenía bastante más de 24 horas y todas aprovechadas.
¡La aventura seguía todos los días!
Hablo en primera persona, aunque no todo lo que cuento fue en soledad.
Comparto la vida con mi compañero y padre de mis hijos desde hace casi cuarenta años.
Lo que aquí te describo ha sido vivido y compartido en casa, con la familia que hemos creado.
Cuando tienes treinta años y cuentas como has llegado hasta donde estás la cosa es fácil, puedes terminar más o menos rápido.
A los cuarenta, la cosa se va complicando un poco y cuando como yo, tienes 54, contar las curvas y rectas del camino y hacerlo sin aburrir, es un poco mas difícil.
Voy a intentar hacerlo de forma amena y entretenida en 5 puntos. Espero conseguirlo:
1.- El comienzo de todo
Volver la vista hacia atrás en el tiempo, te ayuda a comprender un poco más la persona en la que te has convertido.
Haciendo este ejercicio han vuelto a mi mente los años en los que descubrí que había una manera distinta de afrontar la vida lejos de lo establecido.
Se podía vivir fuera del contrato de trabajo indefinido, que tan de moda estaba al principio de los años ochenta.
Tuve la suerte de cruzarme en el camino a personas con valores distintos a los que yo tuve cerca y pude comprobar por mí misma que había otras maneras de vivir, totalmente distintas y ajenas a las que yo conocía.
Eran personas que viajaban a lugares que se me antojaban desconocidos y exóticos:
- Londres,
- Bali,
- Amsterdam…
Se dedicaban a diversos trabajos, ninguno tenía nada que ver con lo conocido hasta aquel momento por mí.
Recuerdo en especial el caso de una pareja que se dedicaba a traer la ropa de la India que aquí se ponían los hippies de la ciudad.
Tenían un guía espiritual del que yo nunca había oído hablar y solían juntarse para compartir sus experiencias.
Pusieron ante mi todo un mundo distinto, una manera de vivir diferente.
Gracias a compartir días y noches con esas y otras personas, empecé a ser consciente de que el universo era demasiado grande para quedarme mirándolo desde mi barrio, y vivirlo solo desde un lugar.
Mientras los amigos y amigas de siempre se aferraban a sus “trabajos fijos” yo sacaba adelante mi primer negocio, montado con una muy modesta cantidad de dinero prestada por mis padres.
Contaba entonces con 18 años.
Fue en ese periodo de mi vida cuando la semilla que ya había en mí comenzó a germinar, y entendí un poco más el por qué de mis inquietudes y curiosidades.
2.- No renunciar a formar una familia
Formar una familia ha sido una de las apuestas más importantes de mi vida.
Gracias a esa decisión, tomada por supuesto entre dos, he conseguido hacer muchas de las cosas que sin mis hijos no habría hecho.
Me explico.
Cuando eran niños hubo que criarlos, estar con ellos y educarlos en unos valores que para nosotros eran los apropiados.
Como decía, estos no podrían categorizarse en la «corriente del pensamiento dominante».
Sin embargo ahí estaban:
- Iban al colegio,
- Tenían sus amigos,
- Aprendieron,
- Se equivocaron…
Han pasado los años y esos niños se han convertido ahora en adultos.
En este momento tienen 30 y 26 años.
Ellos me animaron a seguir escribiendo, ayudándome a corregir una novela que tenía escrita desde hacía algunos años.
Se llama Vidas Anónimas.
Volví a escribir por ellos. Para que siguieran aprendiendo que cuando se quiere algo de verdad, hay que pelear por conseguirlo y no echarse atrás ante la primera o la segunda adversidad.
3.- Tratando de ser una persona normal
Por supuesto, la decisión de criar unos hijos es una de las que más me acercó al «sistema”.
Yo también he tenido que tragar unas cuantas veces en mi vida del sistema, con lo que se esperaba de mí.
Sin embargo, después de intentarlo una y otra vez he llegado a una conclusión importante: No se puede.
Si no esta dentro de ti, no es tu característica genuina.
Nos empeñamos en intentarlo, sin darnos cuenta de que no es algo natural.
En el año 1999 trasladamos nuestra casa del País Vasco al Levante.
La semilla seguía creciendo.
Sentimos que había una forma de vida mas distendida y menos encorsetada que en el norte. Eso nos cautivó.
Costó mucho encauzar los pasos, y durante varios años cambiamos bastantes veces de ciudad con lo que ello conlleva: nuevos colegios, nuevos trabajos…
Sólo la certeza de que estábamos haciendo lo correcto nos dio la fortaleza para seguir adelante.
Finalmente nos establecimos en Gandía.
Por unos años, trabajé en una Compañía de Seguros, compartiendo mi vida cotidiana con unos compañeros de trabajo que eran igual a lo que yo conocía de años atrás.
Pude reconocer en ellos las ideas y las formas de pensar que había dejado atrás hacia unos cuantos años.
Supongo que, sin darme cuenta, veía el tipo de persona en el que me hubiera convertido de haber seguido el camino marcado.
Esa visión me hizo reafirmarme más en mis decisiones.
Callaba mis inquietudes, por que sabía que contar más de la cuenta estaba totalmente fuera de lugar.
Aproveché la situación económica que el trabajo me proporcionaba, para viajar unas cuantas veces a Argentina.
Allí seguí conociendo nuevas personas y nuevas formas de ser, ajenas a mi entorno de aquel tiempo.
Ellas me demostraron de nuevo que se podía vivir con bastante menos de lo que yo creía.
La semilla seguía creciendo, lo confirmé de nuevo.
Nunca he conseguido adaptarme a una vida normal.
Aprendí que desde dentro y desde la discreción puedo vivir como yo quiero.
No es necesario ir por ahí predicando tu forma de ver la vida, ni tus inquietudes.
He vivido mucho más relajada y plena desde que entendí ese concepto. He conseguido sacar adelante todo lo que me he propuesto, siendo discreta pero decidida, caminando a paso lento y seguro.
Sin llamar demasiado la atención, sabiendo que cada día que estoy enfocada en lo que realmente quiero, es una batalla ganada al sistema.
Os paso el enlace de un articulo que me parece bien interesante, y trata sobre esto mismo.
4.- Vendes todo y te vas a Sudamérica
Este apartado es importante para mí.
Llegó un punto en el que, como te decía, ya estaba infiltrada en una vida normal dentro del sistema, como si fuera una más.
Teníamos una casa en el campo con su hipoteca, con un préstamo personal, tres coches, una moto.
Una buena relación de pareja, los hijos estudiando en la universidad…
Parecíamos a simple vista una familia normal (tal vez algo excéntricos).
Después de tantos cambios, el resto de la familia (sobre todo mi madre y mi suegra) estaban un poco recelosas, por que no terminábamos de quedarnos quietos y ya teníamos dos hijos.
Según ellas hacía tiempo que era hora de sentar la cabeza.
Tomaron como un alivio el ver que enfocábamos nuestra vida como todo el mundo.
Cuando ya no esperaban ningún cambio, fue cuando les dijimos que llevábamos meses pensando en mudarnos a Sudamérica.
Mis hijos entonces tenían 23 y 19 años, y los estudios terminados.
Cansados ellos también de la forma de vida que veían a su alrededor, decidieron acompañar a los locos de sus padres en esa aventura.
Y lo hicimos, nosotros somos esos de los que cuentan que vendieron la casa, los coches, la moto, la televisión, la nevera…
Además regalamos cosas, donamos cajas llenas de libros a la biblioteca…
Por otro lado, dejamos guardadas unas cuantas cajas con cosas personales: fotografías en papel, unos cuantos LP’s y CD’s, libros, algunos cacharros de cocina…
Para un viaje así el peso y la cantidad de equipaje es la obsesión de todos los que viajamos.
En este caso disponíamos de ocho maletas, dos por cabeza.
Mi hijo mayor dejo atrás una de sus maletas asignadas para poder llevarse la guitarra eléctrica, una stratocaster que se había comprado hacia un año.
Todo lo demás quedo atrás.
Con el tiempo he ido aprendiendo que el desapego de las cosas materiales es el primer paso hacia la libertad.
No solo yo, sino que toda la familia aprendimos de verdad lo que era el desapego material.
El desapego emocional es otra historia, mucho más intensa.
La resumiré diciendo que es importante saber que cuentas con el cariño y el calor de la familia y los amigos.
Ser consciente de que aunque estés a miles de km ocupas un lugar en sus vidas y ellos en la tuya, ayuda a que no te sientas tan solo.
Estuvimos cinco años viviendo y viajando por Sudamérica.
Años reídos, llorados, sudados, disfrutados, viajados, comidos…
En una palabra: vividos.
Lo que más me costó aceptar y asumir fue la certeza de que mis hijos no tenían un hogar a donde volver, por el pequeño detalle de que mi compañero y yo no somos como los padres de sus amigos.
5.- Vuelvo a mi país… ¿Y ahora qué?
Después de ese tiempo fuera de España, con dos hijos que ya empezaban a sentir la fuerza de sus propias alas, nos planteamos volver.
¿Qué pasa cuando vuelves?
Cuando sientes que tu sitio está en tu país, con la misma fuerza que años atrás sentiste que ese mismo sitio estaba al otro lado del océano, ¿es un error?
¿Un paso atrás?
En ese momento es cuando hay que ser valiente de verdad.
Volvimos a vender todo lo que teníamos y con unas cuantas maletas aterrizamos en Barajas.
No soy la misma persona que se marchó.
El resto de la familia, a estas alturas ya nos tiene totalmente aceptados.
Gracias a nuestra experiencia aprendieron:
- Que vivir de otra manera no es tan raro
- Que hay miles de personas que lo hacen todos los días
- Que esas personas también son felices
El tema de los amigos es otro capítulo aparte.
Me acogieron de nuevo en sus vidas, de las que nunca dejé de formar parte, sin reservas, dándome todo lo que tienen como siempre ha sido: con el corazón.
Yo, por mi parte, he tenido que aprender a convivir con la nueva persona que soy.
Con 54 años y habiendo hecho todo lo que quería hacer.
Y ahora nuevamente con todo el universo a mi disposición para elegir lo que hacer y el ritmo para hacerlo.
No hay barreras para mí.
Es ahora cuando me siento totalmente plena y llena de confianza en mí misma.
Alguna vez me asaltan las dudas, y cuando eso ocurre sólo tengo que mirar un poco hacia atrás y recordar todo lo que he sido capaz de hacer y que ahora está multiplicado.
Porque, en este momento, soy una mujer totalmente libre.
Te puedo asegurar que tanta libertad da un poco de vértigo. Bueno, para ser sincera, da mucho vértigo.
Una vez en España me sentía nuevamente fuera de lugar, en una realidad muy distinta a la que había dejado cuando me marché.
Fue entonces cuando comenzó mi peregrinar por las paginas de internet, investigando cómo se relacionan las personas en esta nueva era.
Conocí este blog desde el que tengo el honor de escribir, y gracias a él y a otros un mundo nuevo se volvió a desplegar delante de mí, con todo su poderío.
Un mundo que nada tiene que ver con lo que yo conocía.
Tropecé con personas jóvenes, de no mucho más de 30 años de edad, que tenían las mismas inquietudes que yo a su edad.
Sin embargo me encuentro con una gran diferencia que nos separa, un abismo, que hace que me sienta triste, y es que veo que tienen mucho mas miedo que el que yo pude tener.
Mi responsabilidad ahora es transmitir que se pueden hacer cosas distintas, tengas la edad que tengas.
No hay que tener miedo de seguir a nuestro corazón, a nuestros sueños. De hecho, es lo único que tiene sentido hacer.
Otra cosa no se contempla como alternativa.
No estamos aquí para hacer lo que otros quieren que hagamos, estamos aquí para hacer lo que nos hace felices.
Vivir en toda la amplitud de la palabra.
Te diría que al cumplir años he sabido lo que quiero hacer y lo que no, pero eso no es correcto por que yo no solo cumplo años: LOS VIVO.
Ahora sé cómo quiero vivir desde el lugar de privilegio que tengo frente a mí.
Quiero vivir viajando y escribiendo.
Yo lo tengo muy fácil: solo necesito mi ordenador, las ganas y el entusiasmo para continuar adelante.
Además, tengo un conocimiento casi pleno de esta persona en la que me he convertido, con todas mis debilidades y mis fortalezas asumidas y aceptadas, después de convivir conmigo misma cincuenta y cuatro años.
No soy una ilusa y tampoco tengo una cuenta corriente saneada.
En los años que he vivido hasta ahora he aprendido unas cuantas cosas y una de ellas es que la falta de dinero no es impedimento para hacer lo que realmente quieres hacer.
Hay que tener paciencia, ser constante y hacerse un auto-análisis continuo.
He aprendido que si no puedes vivir de lo que te gusta, haz lo que esté mas cerca de tus sueños.
Yo llevo años haciéndolo, unas veces lo he conseguido y otras no, lo que cuenta es intentarlo.
Si te gusta sembrar y plantar vegetales y flores, hazlo donde sea. Hay cientos de personas con las mismas inquietudes que lo hacen en el pequeño balcón de su casa.
Así con cualquier cosa que sientas que te hace feliz.
Si el camino no es recto del todo, hay que aprender a tomar las curvas con destreza.
La vida no es siempre como quisiéramos, y lo digo desde la aceptación y no desde la resignación. Un pequeño matiz que es importante tener en cuenta.
Sigo teniendo intactas las ganas de hacer cosas y me mantengo alerta a los cambios y nuevas situaciones que la vida me ofrece todos los días.
Ahora noto la diferencia en la manera de ver y sentir todo lo que me rodea.
Ya no quiero tener ilusión por las cosas, ahora tengo claridad de pensamiento.
Ganas, optimismo y compromiso conmigo misma para seguir adelante y llevar a cabo todos los proyectos que salen a mi encuentro.