Cuando viajo siempre me gusta ir a los mercados para conocer más el país que visito.
Sí, ir a los mercados (aunque no compres nada) es una de las mejores maneras de descubrir a fondo la cultura local.
Lo que me suele fascinar de esos mercados es la gastronomía y la artesanía, ya que puede enseñarte mucho de una cultura porque hablan del pueblo, de sus gentes.
Me pareció increíble todo lo que descubrí en Asia y sobretodo los mercados indígenas que he conocido de México.
Es por eso que me alegré mucho cuando conocí en persona a Beatriz García y me enteré de que era lectora del blog.
Tenemos una historia bastante parecida ya que los dos estuvimos en Alemania, aunque en su caso ella trabajaba como ingeniera pero llegó un momento que aquello ya no le llenaba.
A pesar de sus miedos decidió armarse de valor y dar un paso adelante: se largó de viaje sola a otro continente y creó su propio proyecto: Artesanía por el Mundo, con el objetivo de divulgar la artesanía y ayudar a los artesanos del mundo a ser visibles en internet.
A mí personalmente me parece un proyecto brutal.
Ahora está aquí para contarte todo ese proceso y cómo un libro apareció en su vida para cambiarlo todo.
Te dejo con ella.
¿Alguna vez ha llegado a tus manos un libro que necesitabas leer en el momento justo?
Hablo de ese libro que, sin saber muy bien por qué, te llama la atención en la biblioteca, o en una tienda, o encuentras de «casualidad» en casa haciendo limpieza y ni recordabas que tenías.
Llega a ti como por arte de magia, justo cuando lo necesitabas.
Mientras lo lees reflexionas. Te preguntas cosas. Te sorprendes. Aprendes. Y cuando quieres darte cuenta, ha revolucionado todo tu sistema de creencias. Terminas sintiendo que no eres la misma persona.
Hasta puede costar imaginarlo si no lo has experimentado… “¡Eso cómo va a ser!”.
Algo así hubiera pensado mi yo anterior hace un par de años.
Y hoy lo sé. Sé que se puede sentir algo así porque lo he vivido. Y también que no soy la única.
Por un libro…
- Me replanteé la que hasta entonces había sido mi carrera profesional. La dejé. Y decidí embarcarme en una aventura que nunca antes habría imaginado.
- Me fui a recorrer Sudamérica sola, en un viaje que empecé con billete de solo ida, durante 6 meses.
- Me propuse hacerlo mientras descubría la artesanía de los lugares que visitaba. He convivido con los artesanos, conocido de cerca sus historias, sus frustraciones y miedos.
- Hasta me han enseñado algunas técnicas y he sido partícipe de la satisfacción que les produce su trabajo y el amor que depositan en cada una de sus piezas. Piezas que esconden un pedacito de su alma.
- He creado un proyecto sobre el tema. Es más, me he propuesto ayudar a los artesanos a hacer sus artesanías, sus técnicas y sus historias visibles en internet.
Es increíble el poder que puede tener un libro o unas cuantas ideas para transformar tu vida, ¿verdad?
En realidad, no descubrí lo que quería hacer leyendo ningún libro. No encontré ahí la respuesta que estaba buscando sobre mi supuesta «pasión». No me vino la inspiración entonces.
Lo que sí descubrí fue una idea que revolucionó mis esquemas. Y fue tan poderosa como para darme el impulso que necesitaba para salir del agujero en el que andaba metida.
Me sirvió para decir: hasta aquí hemos llegado, no quiero trabajar para otros, quiero explorar nuevos caminos.
Cuál es esa idea, de qué libro la saqué y cómo ha cambiado mi vida desde entonces sólo lo descubrirás si sigues leyendo.
Te cuento cómo fue la evolución en tres fases: antes, durante y después de que el libro llegase a mí (porque fue él el que me encontró a mí).
1.- Mi vida antes del gran descubrimiento
¿Cómo era mi vida antes de la revolución interior? Supongo que bastante parecida a la tuya si es que trabajas para otros en una gran empresa:
- Me levantaba temprano para ir a trabajar.
- Pasaba gran parte del día encerrada en una oficina muchas horas delante de una pantalla, o bien en reuniones.
- Llegaba a casa agotaba, sin ganas de hacer nada que no fuera tirarme en el sofá.
Puede que mis circunstancias poco tuviesen que ver con las tuyas, porque me encontraba en el norte de Alemania trabajando en una multinacional.
Estaba trabajando «de lo mío», en muy buenas condiciones. Y eso “mío”, pues tampoco es tan común después de todo, porque estudié Ingeniería Aeronáutica.
Por qué estudié esa carrera es algo que me he preguntado muchas veces. Y la respuesta la encuentro en que me encanta la ciencia y la tecnología, aprender y disfrutar poniéndome a prueba.
Claro, era una carrera muy completa y de las más difíciles que podía hacer, todo un reto.
Me interesaba el tema del espacio y los aviones (más que los aviones en sí el hecho de viajar en realidad, aunque de eso no era consciente cuando empecé). Y los estudios tenían salida.
La cosa pintaba bien, vaya.
Estudiando ingeniería iba a tener la posibilidad de hacer algo que disfruto, aplicar el conocimiento de forma práctica para resolver problemas y crear cosas.
O al menos, eso pensaba yo. Porque lo que se dice crear… creé más bien poco en la universidad.
Allí tenía la impresión de que me estaban formando para soportar el estrés, trabajar bajo presión y recibir órdenes, más que con la intención de aprender (y con el tiempo entendí que no andaba mal desencaminada).
En aquel momento en la universidad no me importó: pensaba que al entrar en el mundo laboral sería diferente, que ese esfuerzo tendría su recompensa.
Lo cierto es que me incorporé sin demasiadas dificultades al mundo laboral. Fui creciendo profesionalmente hasta acabar en Alemania trabajando en unas condiciones envidiables.
No podía pedir más, después de todo, la recompensa a tantos años de estudio y sacrificio había por fin llegado… ¿o no?
Podría decir que era un caso de éxito para muchos. Pero para mí ese éxito no podía tener un sabor más amargo.
No había dinero que pague ese malestar.
- En el trabajo pensaba que estaba perdiendo el tiempo, que no estaba aprovechando todo mi potencial y que esa no era la vida que quería llevar.
- Me costaba levantarme de la cama cada día para ir a trabajar: «¿Y esto es lo que me queda de aquí hasta que me jubile? ¿Es esta la recompensa a tantos años de estudio y esfuerzo? Porque si es así menuda mierda. Esto no es vida. No para mí».
- Me sentía en una prisión. Una prisión cuyas paredes parecían hacerse más pequeñas cada día. Quería salir de ahí y no sabía cómo ni hacia dónde ir.
Ya ves. A nivel de insatisfacción laboral, no creo que mis sentimientos por aquel entonces fuesen muy diferentes de los que experimentas tú ahora, si es que te sientes atrapado en tu trabajo y aún no has empezado a hacer algo por cambiar tu situación.
A ver, se suponía que después de terminar la universidad estaba donde tenía que estar, entonces, ¿qué otras alternativas considerar?
No las veía. Sabía que existían, ¡pues anda que no hay gente en el mundo haciendo cosas que nada tiene que ver con la ingeniería! Pero yo no las consideraba opciones válidas para mí.
Si había estudiado ingeniería aeronáutica y estaba trabajando de eso, ¿qué otra cosa podía hacer? ¿Qué más podía pedir?
Libertad. Eso era lo que mi cuerpo me estaba pidiendo a gritos.
Sabía que debía salir del campo profesional en el que me había estado moviendo hasta entonces y hacer algo diferente, pero… ¿el qué, si llevaba años viéndome como ingeniera? Me había puesto esa etiqueta.
Y no sabía cómo, pero quería deshacerme de ella.
2.- Cómo un libro lo cambió todo: ¡clic!
Durante un tiempo estuve buscando en internet información de todo tipo sobre insatisfacción en el trabajo, qué hacer con mi vida, artículos sobre cómo descubrir mi pasión o ganar dinero online.
Empecé a ser consciente de que sí que existían otras opciones.
Aunque estaba taaan perdida. Lo peor es que creía que eso podía servir para otros, no para mí. Las dudas, los miedos, mis creencias me lo impedían.
Habían pasado 10 años desde que había empezado la universidad y desde entonces no había reflexionado sobre la posibilidad de hacer algo diferente.
Había estado demasiado ocupada estudiando para aprobar los exámenes durante la carrera, y después demasiado ocupada trabajando.
Ahora no sabía por dónde empezar, porque a muchas de las actividades que disfrutaba había dejado de dedicarles tiempo y habían quedado en el olvido.
Un día, estaba trabajando con el portátil y abrí mi USB para ver algunos archivos. No recuerdo qué es lo que quería hacer, si realmente estaba trabajando con algunos documentos o si, después de tantos años acumulando información, decidí por fin hacer limpieza.
«¡Anda, pero si tengo aquí libros! A ver qué hay…».
En algún momento (y eso podía haber ocurrido un par de años atrás), alguien me había pasado algunos libros.
Uno en particular llamó mi atención. Más que por el título, por el subtítulo:
«Descubrir tu pasión lo cambia todo».
Sin entender porqué este libro había llegado a mí sin comerlo ni beberlo, a la vez que expectante por la posibilidad de descubrir mi pasión, empecé a leer.
Son muchas las historias que me sorprendieron. Muchos los casos de personas que han hecho cosas increíbles. Y todo a pesar de que en las escuelas los hubiesen considerado unos negados para eso y así se lo hubieran hecho saber.
Por ejemplo, descubrí que la edad no había impedido que Benjamin Franklin inventara las lentes bifocales a los 78 años. O Jessica Tandy ganara el Óscar a la mejor actriz a los ochenta.
Pero nada me impactó tanto como leer esto:
«Una de las razones fundamentales que nos llevan a pensar que es demasiado tarde para ser quienes realmente somos capaces de ser, es la creencia de que la vida es lineal.
Como si nos encontrásemos en una concurrida calle de una sola dirección pensamos que la única opción es seguir hacia adelante. »
«La vida humana es dinámica y cíclica. Capacidades diferentes se expresan con más o menos fuerza en distintas épocas de nuestra vida».
Algo en mi cerebro hizo clic.
Por mucho que llevase años en el camino de la ingeniería, no tenía por qué seguir por ahí, avanzando en la misma línea. La sola idea de hacerlo e imaginarme ahí 30 años después me provocaba nauseas.
No, no, había llegado la hora de poner fin a ese ciclo. Tenía la posibilidad de empezar otro, y tantos otros como me diera la gana. ¿Qué me lo impedía?
3.- Mi vida después de la revolución interior: comenzando un nuevo ciclo
Vale, estaba decidida a cerrar el ciclo de ingeniera. Eso lo tenía clarísimo. Para hacer qué… no tanto.
Lo bueno es que no saber qué hacer había dejado de darme miedo.
¡Me sentía libre para hacer casi cualquier cosa! Y digo casi porque desde siempre me ha encantado la gimnasia rítmica, pero lo de ponerme al lío a cierta edad podía costar, que el cuerpo ya no responde igual 😛
Ahora, exceptuando las limitaciones físicas, no es más que nuestra mente la que nos impide hacer cosas porque no nos creemos capaces. Es cuestión de estar decididos a aprender y a actuar.
Esa libertad que sentí de nuevo cuando una parte de mi cerebro hizo clic (y no porque mis circunstancias hubiesen cambiado) se tradujo en energía que me ayudó a pasar a la acción.
Quería dejar el trabajo y me puse una fecha límite: las vacaciones de Navidad. Hasta entonces, haría lo posible por pasar mis últimos meses allí de la mejor forma posible, sabiendo que se trataba de un período de transición hasta que empezase a viajar.
Porque tenía clarísimo que quería viajar. Y sola. Sería un viaje que me permitiría deshacerme de cadenas mentales que me habían atado hasta ese momento, de muchos miedos.
Así que elaboré una estrategia para conseguirlo.
- Empecé a usar una aplicación para controlar mis gastos e ingresos y ahorrar lo máximo posible durante unos meses.
- Me mudé a otra casa en la ciudad.
- Conocí gente nueva.
- Retomé mis clases de yoga.
- Tomé una de las mejores decisiones que pude tomar en aquel momento: contraté a un mentor, un coach.
Yo sabía que no quería trabajar para otros. Quería organizar mi tiempo a mi manera, decidir qué hacer con él y a qué o a quién dedicárselo. Lo que aún no sabía era a qué dedicar todo ese tiempo que me quedaría si dejaba el trabajo.
No es que el coach me diera la solución (y desconfía si eso pasa), sino que me ayudó a encontrarla. Me acompañó durante el proceso de reinvención para que, ahondando en mi interior, yo diera con un proyecto que fuese válido para mí.
Y a día de hoy, ese proyecto está en marcha: Artesanía por el Mundo.
Con este proyecto abogo por la originalidad, por lo que está hecho a mano y se convierte en una forma de expresar quiénes somos, nuestras raíces y nuestra cultura, por la difusión del conocimiento.
Quiero que la artesanía no se pierda y se valore a los artesanos como lo que son, según la Unesco, “tesoros humanos vivos”.
Por eso me he propuesto ayudar a los artesanos a crecer como profesionales también en internet.
Les estoy regalando una guía que hoy quiero regalarte también a ti. Quién sabe adónde te puede llevar lo que descubras en tu interior… ¿Quieres descargarla? Tan sólo tienes que hacer clic aquí.
Ahm, y ese libro que lo cambió todo, si es que con lo que te he ido contando no lo has adivinado ya, es «El Elemento» de Ken Robinson 😉
Fotografía: Book