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Edu Serrano

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Por qué ser el chico bueno te destruye por dentro

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Hace unos años viví en una zona de Barcelona donde tenía un taller mecánico justo debajo de casa.

Llevé mi moto un día para cambiar el aceite y porque fallaba el caballete para aparcarla.

Lo del caballete para aparcar era un dolor de cabeza.

Parecía que se le había salido algún muelle y se movía mucho.

El caso es que el dueño del taller, al que vamos a llamar Gorka, me hizo las dos cosas gratis.

Como lees, ni un euro.

Vi cómo en nada cambió el aceite y puso el muelle del caballete con sus dedos gruesos negros, llenos de grasa.

Ese oficio es duro.

Me dijo que no me preocupara, que sólo habían sido 10 minutos y que pa eso estamos.

Era una muy buena persona, con mucha experiencia, y que decidió ayudar a un palurdo que no tenía ni idea de motos.

Muchos talleres se aprovechan de la ignorancia de la gente para estafar, pero él no lo hizo y hasta me dijo dónde comprar el aceite, cómo cambiarlo yo mismo y cada cuántos kilómetros.

Pasaron unos meses, y cuando me tocó volver a cambiar el aceite lo compré por mi cuenta pero fui a ver a Gorka.

Esta vez le iba a pagar, pero me lo volvió a hacer gratis.

Le obligué a aceptar mi dinero pero lo rechazó y dejó caer los billetes al suelo, como si fuera dinero «sucio», que no se merecía.

Me quedé a cuadros. Me dijo que no me preocupara y que ya le invitaría a un desayuno.

¿De bueno tonto? ¿Mala persona yo por «aprovecharme»?

Lo más peculiar es que Gorka siempre recibía nuevos clientes a los que ayudaba de esa forma.

Era un currante, echaba 10-12 horas y cobraba poco, con lo que tenía el taller siempre lleno, y cuando quería invitarle a desayunar siempre tenía mucho trabajo.

Hasta que llegó el día…

Pasé por delante, le saludé como de costumbre y le pregunté qué tal todo, a lo que me respondió…

«La verdad es que mal, estoy buscando a alguien para traspasar el negocio porque no tenía vida. Tengo dos hijas pequeñas a las que apenas veo, y quiero recuperar el tiempo perdido.»

Al poco tiempo vendió el taller… La historia continúa pero lo dejaré aquí.

La lección que se puede extraer de aquí es simple: poner límites.

¿Cómo se hace eso?

Si eres un chico como Gorka, van a abusar de ti.

Clientes, mujeres, amigos, incluso familia…

Poner límites no es fácil porque hay que ser firme.

De hecho, nos han adoctrinado para ser buenas personas.

Vivimos en una dictadura buenista.

El problema es que esto ha permeado hasta en las instituciones…

La estupidez buenista posmoderna

En 2023 un amigo mío aprobó la oposición al cuerpo de bomberos de Cataluña.

Entró en último lugar, es decir, le tocó ir al un parque lejos, muy lejos de su casa.

No recuerdo si fue en Lleida, en Pequín o en Pocón.

Da igual, lo importante es que entró.

Cuando digo último lugar es literal.

Por los pelos de un calvo y en el tiempo de descuento.

El último.

Aunque hay un matiz importante aquí.

Entró el último de la lista global de los hombres, el 145. Llega a ser el 146 y está fuera.

Con peor nota que él entraron +50 mujeres.

Repito, entraron +50 mujeres con peor nota global que mi amigo, que fue el último.

Es decir que el 146 de hombres está fuera aún teniendo mejor nota global que +50 mujeres (que también tuvieron pruebas físicas más asequibles).

Te preguntarás por qué.

Desde 2023 se empezaron a reservar el 40% de plazas en cada convocatoria para mujeres en policías y bomberos.

Quieren que haya más mujeres en esos dos cuerpos.

Nada en contra de eso, hay muchas mujeres preparadas ahí fuera.

La pregunta es si es necesario reservar un % plazas para ello.

Los datos son los siguientes: hasta ahora sólo hay un 2% de mujeres en el cuerpo y quieren llegar al 40%.

Si, en serio. Del 2 al 40%.

¿De verdad hay tantísimas mujeres «oprimidas» que quieren un trabajo en el que literalmente se juegan la vida?

¿Qué hay de trabajar en las minas?

¿Y en el alcantarillado público?

¿Y en la obra?

¿Y en fontanería?

¿Y electricistas?

¿Y en las plataformas petrolíferas?

¿Dónde están las cuotas de género en esos trabajos?

Es tan absurdo que cuando pienso en estos temas me entra la risa tonta.

Todos esos trabajos son durísimos y los hacen hombres, pero causalmente no están tan bien pagados como el de bombero o policía (ya que es de funcionario público), a no ser que seas una bestia parda y/o montes tu propia empresa.

Es triste pero mucha gente lo piensa y poca gente lo dice.

Soy el único instructor de mindfulness fachirulo heteropatriarca opresor.

Una mezcla interesante.

En países fuera de lo que llamamos «occidente» se ríen de nosotros.

Saca tus propias conclusiones.

O no, porque a la mente humana le encanta identificarse con una narrativa ideológica.

Se siente más segura ahí.

Todo esto que te cuento tiene que ver con quitarse las gafas ideológicas y ver la realidad con datos.

Por qué a tu cerebro no le importa que seas feliz

En los últimos años se ha visto como las tasas de depresión y ansiedad han subido como la espuma.

Y eso que vivimos mejor que los reyes de la era moderna.

¿Por qué?

La respuesta no es simple, pero si analizamos un poco la historia tiene sentido.

Hasta hace poco siempre hubo peligros reales en nuestro entorno: frío, hambre, depredadores, etc.

Sin embargo, hace menos de 300 años con la llegada de la revolución industrial pasamos de trabajar en el campo a las fábricas.

No sólo empezamos a automatizar y sistematizar procesos, sino que fuimos capaces de «dominar» el mundo.

Bienestar y comodidades para todos.

En otras palabras, el trabajo que hacían los humanos lo empezaron a hacer las máquinas, con lo que al fuerza bruta pasó a un segundo plano.

Tenemos genes del paleolítico pero ahora usamos WhatsApp e Instagram.

El peligro más fuerte que vivimos ahora es que nos hagan «ghosting».

O que nos juzguen en redes sociales.

Todo eso ataca a la necesidad de pertenencia y vinculación, pero eso daría para escribir un libro.

Robotización, inteligencia artificial general… El mundo en 10 años será surrealista.

El tema es que el estilo de vida actual nos ha despojado de estímulos ancestrales que siempre necesitamos para sobrevivir.

Por ejemplo el estrés, cuya dosis hace el veneno.

Quien no sepa cómo gestionar el estrés en el mundo moderno está condenado a problemas de salud mental.

Esto es así.

La buena noticia es que hoy día hay mucha información, la mala es que también hay mucho humo.

La otra noticia mala es que hay que echarle ganas.

Y echarle ganas significa vivir experiencias, forjar tu carácter, poner límites y cronstruir un camino del que te sientas orgulloso.

Independientemente de lo que la sociedad posmoderna, las redes sociales y los medios de manipulación te digan.

A tu cerebro le importa un pimiento que seas feliz, sólo le importa que sobrevivas.

No eliges la familia en la que naces, pero sí eliges tus decisiones.

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